La Habana, Cuba. – Aquel sábado 5 de marzo de 1960 una muchedumbre acompañó el sepelio de víctimas del sabotaje cometido contra el barco francés La Coubre en el puerto habanero.

La tarde anterior, la ciudad se estremeció con dos terribles estallidos. Todo transcurría con normalidad en la descarga del buque, que además de mercancías transportaba 75 toneladas de cajas con granadas y municiones adquiridas por Cuba en Bélgica para reforzar la defensa del país.

Los estibadores hacían su faena, cuando sobrevino una tremenda explosión. De inmediato muchos corrieron al muelle a prestar auxilio, cuando sobrevino otra, aún más devastadora. El escenario era dantesco.

Entre amasijos de metal y cemento, despojos humanos, lamentos de heridos, desconcierto. Casi un centenar de muertos y más de 400 heridos quedaron como secuela.

Patria es libertad

En la multitudinaria despedida de duelo de las víctimas de La Coubre, el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, aportó pruebas de por qué la destrucción del barco no había sido un hecho fortuito, sino un acto terrorista preparado por la CIA.

Avizoró que era el preludio de la embestida de Estados Unidos para truncar el incipiente proceso revolucionario, que ya empezaba a contrariar al imperio. Y en medio del dolor y la indignación popular, proclamó que libertad quiere decir Patria, y nuestra disyuntiva sería «Patria o Muerte».

Aquella frase de Fidel caló hondo. Nos acompaña desde entonces, con honor. Porque sintetiza un sentimiento de auténtico patriotismo; hace un culto a la soberanía, a la dignidad, al peso de una historia forjada con el sacrificio y la sangre de generaciones de cubanos. Porque decir «Patria o Muerte» es apretarse a Cuba, para cuidarla.