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Por: Carlos del Porto Blanco.

Un hombre noble se compara y estima a si mismo por una idea que es superior a él; un hombre mezquino, por una inferior a sí mismo. El primero produce aspiración; el otro ambición, que es a lo que un hombre vulgar aspira. Emperador Marco Aurelio.

En los días que corren, la prensa está dedicando mucho espacio al film Gladiador II del director británico Ridley Scott. Esto ha tenido mucho eco en las redes sociales digitales. Esta situación me motivo a traer a la columna dos novelas monumentales, en mi modesta opinión, “Yo, Claudio” y “Claudio, el dios”, del escritor británico Rober Graves.

En el gran universo de la literatura histórica, estas dos novelas se erigen como una obra maestra que no solo narra la vida del emperador romano Claudio, sino que también sumerge al lector en un mundo de intrigas, ambiciones y la lucha por el poder. Publicada la primera de ellas en 1934, ambas han perdurado a lo largo de las décadas, y siguen cautivando hoy en día a lectores de todas las edades, con su prosa envolvente y su rica caracterización de los personajes.

La historia se presenta en forma de memorias escritas por Claudio, quien, a pesar de ser considerado un «tonto» por su familia y contemporáneos, se convierte en un observador astuto de los eventos que moldean el destino de Roma. A través de sus ojos, el lector es testigo de la decadencia de la dinastía Julio-Claudia, donde la traición y la manipulación son moneda corriente. El autor logra dar vida a personajes históricos como Augusto, Tiberio y Calígula, presentándolos con una profundidad psicológica que los hace tan fascinantes como temibles.

Lo que realmente distingue a «Yo, Claudio» y “Claudio, el dios” es su capacidad para entrelazar la historia con la humanidad. A medida que Claudio narra su vida, sus inseguridades y su lucha por ser aceptado, el lector no puede evitar sentir empatía por él. Esa conexión emocional es lo que hace que la novela sea más que un simple relato histórico; es una exploración de la condición humana en un contexto de poder y corrupción.

Yo, Claudio es la supuesta autobiografía de este emperador romano, rechazado por su familia a causa de su aspecto repelente y sus múltiples achaques, encuentra que esa condición marginal, lejos de perjudicarlo, es precisamente lo que lo ayuda a sobrevivir una de las épocas mas tormentosas de la antigua Roma. Su narración revela las características de los personajes más prominentes de su tiempo: su abuela Livia -una Ulises hembra, como se la llama en la obra-; su tío Tiberio, que implantó un gobierno basado en el terror y el crimen, y el sucesor de éste Calígula, un verdadero orate cuyos desmanes inconcebibles (aunque algunos son parte de la leyenda negra que se ha tejido sobre él) terminaron trágicamente y dieron como resultado lo que ninguno de ellos habría concebido jamás: que Claudio, el tonto de la familia, saliera de su anonimato y asumiera muy en contra de su voluntad, la dignidad imperial.

Graves no solo ofrece un relato entretenido, sino que también invita a reflexionar sobre temas universales como la ambición, la lealtad y la búsqueda de identidad. En un mundo donde las luchas por el poder siguen siendo relevantes, «Yo, Claudio» y “Claudio, el dios” resuenan con una claridad sorprendente, recordando que la historia, aunque lejana, tiene lecciones que aún se pueden aplicar en la vida cotidiana.

En el caso de «Claudio, el dios», que es la continuación de la anterior, se narra el periodo que abarca desde el advenimiento de Claudio al trono hasta un mes antes de su muerte. Robert Graves sumerge al lector en un fascinante viaje a través de la historia de la antigua Roma, narrando la vida del emperador Claudio, un personaje que, a pesar de ser a menudo subestimado, se revela como un líder complejo y sorprendente. Graves, con su estilo cautivador y su aguda observación, presenta a Claudio no solo como un gobernante, sino como un hombre atrapado en un mundo de intrigas, traiciones y poder.

Ya dueño absoluto del poder y por tanto libre de los temores de los primeros años de su vida. Claudio cuenta las incidencias de su reinado, la preocupación por levantar a su pueblo de las terribles condiciones en que lo habían dejado sus predecesores y las conquistas bélicas. Pero todo no es alegría. Claudio muestra sus fracasos políticos y especialmente domésticos; en unos y otros tienen parte muy importante su amigo de la infancia el rey Herodes Agripa; su tercera esposa, la célebre Mesalina, y más tarde su cuarta y última cónyuge, la implacable Agripina, que no descansa hasta hacer que Claudio nombre heredero a su hijo Nerón. Una serie de presagios anuncian que los días del emperador están contados y el libro termina con tres versiones acerca de su muerte.

Desde el inicio, el autor atrapa al lector con una prosa vibrante que da vida a los personajes y escenarios de la época. La narrativa está impregnada de un sentido de urgencia y emoción, lo que hace que cada página sea un deleite para el lector. Graves logra equilibrar la historia política con la exploración de la psicología de Claudio, permitiendo entender sus miedos, inseguridades y, sobre todo, su astucia.

Uno de los aspectos más motivantes de la obra es cómo Claudio, a pesar de ser visto como un «tonto», se convierte en un emperador capaz de desafiar las expectativas y dejar una huella indeleble en la historia. Su ascenso al poder es un recordatorio de que, a menudo, las apariencias engañan y que la verdadera fortaleza puede encontrarse en los lugares más inesperados.

El autor también ofrece una crítica aguda de la sociedad romana de la época, explorando temas como la corrupción, la ambición desmedida y la lucha por el poder. A través de los ojos de Claudio, el lector se enfrenta a la cruda realidad de un imperio en decadencia, lo que añade una capa de profundidad a la narrativa.

Toda persona que busque una lectura que le transporte a un tiempo de gloria y decadencia, tiene en “Yo, Claudio» y “Claudio, el dios” una elección imperdible. Estas obras no solo entretienen, también invitan a la reflexión sobre el poder, la identidad y la historia. Cada página está impregnada de drama y emoción. Con su mezcla de historia, drama, intriga, una prosa cautivadora y un toque de humor, Robert Graves ofrece dos novelas que son tanto un placer de leer, como una lección sobre la complejidad de la condición humana un viaje inolvidable. En resumen, este libro es una elección perfecta, para usted amigo lector.

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