La Habana, Cuba. – Previo al triunfo Revolucionario del 1ro de enero de 1959, las cubanas vivían una marcada situación de desigualdad y discriminación social y jurídica.
La división sexual del trabajo establecía que para el sexo masculino, el ambiente laboral tenía un carácter público, mientras que el femenino estaba obligado a permanecer en el ámbito doméstico, consolidando la total dependencia de las mujeres a los hombres.
Si bien en la Constitución de 1940 se establecían determinadas libertades para las cubanas, lo cierto es que los estatutos nunca se llevaron a la práctica, pues el país carecía de políticas públicas y de un sistema judicial consolidado, a lo que se sumó el establecimiento de gobiernos títeres que respondían a los intereses norteamericanos y no a los de la ciudadanía.
La Revolución dentro de la Revolución
Tras el Triunfo Revolucionario cobró validez, en Cuba, la plena igualdad de derechos y oportunidades, sin distinción de género, proceso que Fidel clasificó como una Revolución dentro de la Revolución.
Los múltiples logros en ese sentido estuvieron respaldados por la Federación de Mujeres Cubanas, organización que desarrolla políticas y programas encaminados a garantizar la equidad en todos los ámbitos y niveles de la sociedad.
Entre los objetivos de esa entidad destacan brindar sistemáticamente su aporte a la formación y el bienestar de las nuevas generaciones, y funcionar como portavoz y promotora de la total integración de las mujeres a los espacios públicos.
A las luces de hoy, las cubanas constituyen parte indispensable del desarrollo económico, político, jurídico y administrativo de nuestra sociedad.