La Habana, Cuba. – Abogado de profesión y patriota por convicción, Pedro Figueredo Cisneros, Perucho, fue de los revolucionarios que más apoyó a Carlos Manuel de Céspedes en su imprescindible clarinada del 10 de Octubre del 68.

Tanto, que lo secundó en el levantamiento, creando su pequeño ejército al que denominó División Bayamesa. Junto a él asedió y tomó Bayamo, y su hija Canducha Figueredo fungió como la primera abanderada del naciente Ejército Libertador.

Cuenta Canducha que ese mismo día, 20 de octubre, su padre cruzó una pierna sobre la montura del caballo, y escribió los inflamados versos de nuestro Himno Nacional. La música había sido compuesta e interpretada con anterioridad.

Así, Perucho Figueredo nos legaba, al decir de Martí, el himno a cuyos acordes en la hora más bella y solemne de nuestra patria, se alzó el decoro dormido en el pecho de los hombres.

Morir por la Patria es vivir

El Mayor General Pedro Figueredo Cisneros participó en la quema de su ciudad natal, Bayamo, en enero del 69. Y en abril, durante la Asamblea Constituyente de Guáimaro, fue nombrado Sub Secretario de la guerra del primer Gobierno de la República en Armas, cargo al cual renunció meses más tarde.

Internado en los montes orientales, junto a su familia y un reducido número de hombres, Perucho es acosado por las tropas españolas.

En el verano de 1870 enferma de fiebre tifoidea, y débil y sin apenas sostenerse en pie, es capturado debido a una traición en los términos de Las Tunas. Enseguida, las autoridades coloniales lo trasladan a Santiago de Cuba.

El 17 de agosto, ante una pared del matadero municipal, fue fusilado el autor de nuestro Himno Nacional. Al caer acribillado a balazos, se le escuchó decir: Morir por la Patria es vivir.

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