Carlos del Porto Blanco
Las mejores imágenes son aquellas que retienen su fuerza e impacto a través de los años, a pesar del número de veces que son vistas. Anne Geddes.
El 19 de agosto se celebró el Día Internacional de la Fotografía. Una disciplina técnica y artística, surgida en el siglo XIX, que consiste en captar y reproducir imágenes por medio de la accion de la luz proyectada y fijada sobre un medio sensible, físico o digital.
Esta ocupación, pasatiempo o arte sufrió con en el advenimiento del siglo XXI un cataclismo, los años 2000 derribaron a gigantes como Kodak. Se demostró que no sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta a las nuevas condiciones, como diría Darwin, el mundo digital le pasó factura al analógico. Hoy casi todos podemos y hacemos fotografías con los dispositivos móviles a nuestro alcance, muchas de éstas intrascendentes, pero otras si alcanzan el calificativo de obras de arte.
Es en este entorno que traigo a la columna el libro “O´Rreilly. Calle de los fotógrafos”, escrito por Grethel Morrel Otero y Arturo Alexander Pedroso Alés. Esta obra publicada en el 2018 por Ediciones Boloña. Publicaciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana en su Colección Cornucopia. El volumen tiene como objetivo rescatar y valorizar la imagen olvidada de la calle O´Rreilly como la vía habanera comercial tradicional y afamada que fue. Esta calle ofreció espacio y asidero a la fotografía casi desde la introducción de la técnica y el oficio en Cuba en el año 1840. ¿Podrá volver a tener ese protagonismo?
Grethel Morrel Otero es una historiadora de la fotografía cubana, curadora, investigadora, profesora y crítica de arte. Tiene un Máster en Arte por la Universidad de La Habana y ha sido ganadora de varios premios por los resultados de sus investigaciones. Por su parte, Arturo Alexander Pedroso Alés es historiador del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y ha sido coautor de varios libros.
Con un lenguaje ameno, muchas ilustraciones de la época y un empaque de lujo, el texto convida a descubrir los principales nombres e imaginarios, y asentar su veracidad como la calle de los fotógrafos en el siglo XIX cubano. Al mismo tiempo contribuye a la historiografía de una manifestación artística y un tiempo histórico escasamente abordado, testigo aun de notables ausencias bibliográficas. Esta obra contribuye a llenar ese vacio.
A todo aquel que le motive la fotografía, la lectura de este libro le servirá para conocer los orígenes y el desarrollo que ésta ha tenido en la Isla. Ojalá sirva como motivación para que la calle O´Rreilly, o parte de ella, vuelva a ser el sitio donde la fotografía cubana ebulla. Sería positivo para la Ciudad que las autoridades locales recojan el guante lanzado y promuevan el establecimiento de pequeñas empresas dedicadas a reparar y vender equipos relacionados con la fotografía, se habiliten locales para la impartición continua de cursos sobre diversos tipos de fotografía preparados para diferentes públicos y se creen espacio para la exposición temporal y permanentes de fotografías.
Sumar a ese empeño a las escuelas de la localidad, la Universidad de las Artes, la Fototeca de Cuba, las dependencias de la Oficina del Historiador y todo aquel que desee sumarse permitiría O´Rreilly se convirtiese nuevamente en un templo de las artes de la imagen. La Habana y sus pobladores, en su 505 aniversario, lo agradecerían.