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Matanzas, Cuba.- Uno de los sucesos menos conocidos de la invasión mercenaria a Playa Girón, en abril de 1961, fue el bombardeo al central Australia. Ubicada en las cercanías de la zona en combate, esa industria del municipio de Jagüey Grande fue atacada por un avión B-26, tripulado por dos pilotos norteamericanos contratados por la CIA.

Al amanecer del 19 de abril y cuando la derrota mercenaria era evidente, el aparato atacó con varios rockets esas instalaciones, con la pérfida intensión de explotar varios depósitos de alcohol del alambique.

Por pocos metros, los proyectiles no impactaron sobre los enormes tanques. De haber logrado su objetivo, el ataque invasor pudo provocar un desastre mayúsculo por estar esa zona muy poblada de civiles y tropas cubanas.

Criminal acción

El bombardeo de un avión mercenario al central Australia en abril de 1961 clasifica entre las acciones criminales más pérfidas de aquella aventura imperial.

La destreza de los jóvenes artilleros de la Base Granma hizo pagar caro a los agresores, quienes encontraron una cortina de fuego antiaéreo que causó el derribo de la nave y la muerte de sus ocupantes, en un enfrentamiento con los milicianos que trataban de apresarlos vivos.

Thomas Willard y Frank Baker fueron los pilotos que, bajo la bandera de la CIA, intentaron provocar un desastre de terribles consecuencias entre la población civil. Prueba irrefutable de aquella agresión, hoy, el Museo de la Comandancia de las FAR en el batey del Central Australia, exhibe los restos del aparato derribado.

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