La Habana, Cuba. – Cuando en julio y agosto pasado la curva de contagios por la Covid-19 alcanzó sus picos en Cuba, se vivieron días muy amargos ante las secuelas de una pandemia implacable.

El 2021 fue un año doloroso. Pero en medio de tanta incertidumbre brotó también la esperanza, la confianza en la consagración de los científicos cubanos que hicieron de los laboratorios más especializados su trinchera de combate frente a un virus inclemente, hasta lograr nuestras propias vacunas.

Comenzó entonces la contraofensiva. Abdala y Soberana hicieron lo suyo, con un programa perfectamente organizado, que permitió contar a finales de año con el 86 por ciento de la población ya inmunizada con la pauta completa.

El control de la situación epidemiológica fue haciéndose patente y el país ha ido reanimándose, urgido de recomponer su economía confiando en sus propias fuerzas.

La fuerza de la unidad

«Hínchese la vela, ruja el motor», pide el trovador Silvio Rodríguez en su canción «Venga la esperanza» y así debe ser: Cuba necesita de ese empuje para levantarse después de sortear la tormenta formada por el impacto global de la Covid-19 y el bloqueo extremado por gobernantes estadounidenses contra la isla rebelde.

Como reconoció el primer secretario del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz Canel, dejamos atrás un año en el que el heroísmo ha sido tremendo.

En esta Cuba -sentenció también- siempre será posible hasta lo imposible. Esa frase sintetiza el espíritu de un pueblo estoico, que ha vencido pruebas muy duras gracias a su unidad y su confianza en la Revolución como un proceso vivo, transformador, dinámico.

Por delante se avizoran muchos lastres por remover, pero hay optimismo, inteligencia y patriotismo para hacerlo. Son las claves para este tiempo definitorio.