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Holguín, Cuba. – No lejos de la Bahía de Nipe, donde emergiera la imagen de la Virgen del Cobre, en lo que constituía un latifundio de Birán, próximo al ingenio de Marcané, se alza la casona al estilo recio y austero de varias de la región, otrora residencia de Don Ángel Castro.

Justamente donde los Castro Ruz recibían el primer reclamo de Fidel, en la madrugada del 13 de agosto de 1926, entre paredes y pisos de tabla, bajo las cuales dormían las vacas que serían ordeñadas al amanecer, entre cerdos, pavos y gallinas guineas del corral.

Tal sería el entorno familiar, donde el futuro estadista y líder de la Revolución, apreciara las imágenes del campo, el paisaje y la caña de azúcar, en cuyo centro la finca representaba la autoridad y le animaba al espíritu de rebelión.

Así como lo describió el Comandante en Jefe al periodista Ignacio Ramonet, en sus Cien horas con Fidel.

Ascenso a un alto monte

Como ser vivo que trasciende a la eternidad, en la memoria de quienes suman su propio recuerdo cada vez, asciende el sitio histórico de Birán cual elevado monte, devenido monumento esencial de la nación.

Cercado de inmuebles arquetípicos, como la escuelita pública o el Correos, la valla de gallos y el bar, la tienda o los bohíos haitianos, el hogar patriarcal de Fidel, renacido del fuego por la sabiduría futurista de Celia, entreteje su historia en voz de los visitantes, que lo llevarán consigo para siempre.

Lugareños y forasteros, buscando atrapar un algo de cada rincón, escrutan, como quien explica los cursos del porvenir en los hilos de la madera curtida por los vientos o el sol, y palpan lo dicho en las voces del tiempo.

Unos y otras volverán, a donde les lleve el destino o alguna misión, rehaciendo las huellas que, como intuyen, estampan los pasos pioneros de un gigante invicto.