Muchas generaciones de cubanos crecimos con una canción infantil que marca la impronta del lugar de nacimiento de nuestro apóstol: aquella casita, en la calle de Paula, con su tejadillo de rojo color.

La letra de esa composición resuena instantáneamente al contemplar la fachada de la casa. Los simples rasgos arquitectónicos de su exterior acogen una intimidad repleta de historia; la sencillez de la vivienda y del mobiliario, atestigua el entorno humilde en el que creció nuestro José Martí.

Es una verdadera dicha para los cubanos no solo contar con el lugar de nacimiento del Apóstol, sino también con una amplia gama de objetos recopilados en el mismo que dan fe de su labor política y de su vida personal.

Para comprender a cabalidad sus textos, sus pensamientos, debemos ser capaces de identificarnos con el ser humano que sobre todas las dificultades, fue digno hijo de Cuba.

Sitio de valor histórico

La Casa Natal, situada en la calle que hoy se nombra Leonor Pérez, posibilita la emoción de compartir un espacio físico con el maestro que traspasa toda barrera temporal. La distribución de las salas de exposición guía al visitante por las diferentes etapas de su vida.

Correspondientes a su niñez, se exponen objetos de uso cotidiano de su madre, indumentaria perteneciente a su canastilla, fotografías de sus hermanas.

En la esfera política, se aprecia a través de documentos oficiales y cartas la intensa labor desempeñada en Estados Unidos en la preparación de lo que él consideraba una guerra necesaria.

Con la visita al Museo Casa Natal de José Martí, se complementa la vida de un hombre que superó disímiles obstáculos en pos de la libertad de su país. El contacto directo con su vida acerca y familiariza a todos con el más universal de los cubanos.