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La Habana, Cuba. – La fortaleza de la escultora pinareña Lilia Jilma Madera Valiente es resumida de elegante y dura como caoba, flexible como majagua, fragante como jazmín de Arabia y aromática como flor del cafeto.

Ella queda en la historia cultural cubana como la mujer que se afirmó en un arte dominado por los hombres y dejó como patrimonio una obra admirada en su patria y en otras geografías.

Más de setecientas piezas en pequeño formato conserva el museo pinareño que lleva su nombre, de ellas unas quinientas fotos documentales entre las que se destacan la colocación del busto de José Martí en el Pico Turquino, y la instalación del Cristo de La Habana.

Desde 1940 vecina de la barriada de Lawton, donde realizó promoción cultural tras su retiro de la escultura por glaucoma, Jilma Madera o Flor de los campos en lengua zipa, falleció el 21 de febrero del 2000.

Martí y Cristo

Obras símbolos de Jilma Madera, Medalla por la Cultura Nacional, son el busto de José Martí, colocado en el Pico Turquino en el centenario del Apóstol, y el Cristo de La Habana, en La Cabaña, emplazado en la Nochebuena de 1958.

La artista no cobró por la escultura de Martí: compró el bronce y realizó medallones y una réplica chica con los que costeó la obra, y el ascenso al pico fue gracias a la revolucionaria y amiga Celia Sánchez.

El Cristo de La Habana, hecho en Roma y bendecido por el Papa Pío Doce, es de mármol de Carrara, de veinte metros de altura, base de tres en la que sepultó objetos y peso de trescientas veinte toneladas; fue la primera mujer en el mundo que realizó una obra de tal magnitud.

De Jilma Madera es El pacto de silencio, en El Cacahual, homenaje a la familia Pérez, custodia de los restos de Antonio Maceo y Panchito Gómez.