La Habana, Cuba. – Como si el mundo fuera a acabar, a las 4 de la tarde del 20 de febrero de 1943, el suelo entre los poblados de San Juan Parangaricutiro y Angahuan empezó a temblar, se abrió la tierra y comenzaron a volar las piedras.

Nacía el volcán mexicano de Paricutín, el más joven y el primero en el mundo en estudiarse desde su nacimiento hasta que se apagó en 1952, tras nueve años de erupción.

Durante varios días, la lava cubrió unos 10 kilómetros y, aunque no hubo víctimas humanas por la rápida evacuación, sepultó los poblados de Paricutín, cercano al cráter, y el San Juan Parangaricutiro, reinstalado en una zona vecina con el nombre Nuevo San Juan.

El volcán monogenético de Paricutín se eleva en 424 metros, se halla en el estado de Michoacán y su nombre significa “lugar al otro lado”. 

Dionisio Pulido

Dionisio Pulido tuvo la suerte y el susto de ser el único mexicano en ver nacer un volcán y vivir para contarlo; cuando el Paricutín se apareció en su parcela sembraba maíz, mientras la limpiaba de hojas secas para una nueva siembra.

El “dueño” del volcán dijo que había sentido un trueno y temblar a los árboles, vio hincharse y levantarse la tierra por dos y medio metros y expandirse un polvo fino, gris como la ceniza, y levantarse una porción de la grieta que no había visto antes.

En esa hora de pavor, Dionisio Pulido, quien de inmediato buscó a su familia y conocidos, que ya lo esperaban en mejor resguardo, se encomendó al Señor Sagrado de los Milagros.

Durante la erupción del volcán Paricutín, la fauna silvestre desapareció casi totalmente, murieron 4 mil 500 cabezas de ganado y 500 caballos y más de 2 mil personas optaron por el éxodo.