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La Habana, Cuba. – El 15 de junio de 1752, en Filadelfia fue un día de tormenta que sirvió a Benjamín Franklin para sellar el experimento de su cometa que lo llevó a la invención del pararrayos.

Salió al campo con la armazón metálica, atada a un hilo de seda al que fijó una llave y la colocó cerca de su mano: probó que si el rayo en viaje a la tierra topa un canal metálico en el que alojarse, se queda ahí; entonces propuso varillas de acero sobre los techos para protegerse de ellos.

A Benjamín Franklin se deben las lentes bifocales, la armónica de cristal, la estufa Franklin y el odómetro; fue miembro de importantes instituciones de Londres y Francia y recibió la Medalla Copley, equivalente hoy al Premio Nobel.

Nacido el 17 de enero de 1706 en Boston, se le considera figura de la Ilustración estadounidense y de la historia de la Física.

El de los cien dólares

Bien aceptado un billete de 100 dólares, la imagen de Benjamín Franklin en el anverso encarna al político, científico e inventor considerado uno de los padres fundadores de los Estados Unidos.

Se le califica como el ideólogo de la revolución burguesa, defendió la abolición de la esclavitud y el triunfo de la emancipación, colaboró en la Declaración de Independencia y fue representante general de las colonias.

Sumó labores de editor y periodista, creador del cuerpo de bomberos de Filadelfia, la biblioteca pública, Universidad de Pensilvania, Sociedad Filosófica Americana y fue el único americano con celebridad en la Europa de su tiempo.

Sexto mandatario de Pensilvania, Benjamín Franklin es preciado como el único presidente de los Estados Unidos que nunca fue presidente de los Estados Unidos; en su testamento dejó un fondo de dos siglos para Boston y Filadelfia.