12852-fotografia-gLa Habana, Cuba.-  Desde José Agustín Caballero, quien revolucionó la enseñanza escolástica, hasta el ejemplo moral de Enrique José Varona, el magisterio cubano ha transitado por un camino en el que la educación ha avanzado a la par del patriotismo.

En la formación de la nacionalidad, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, y por supuesto el más grande de todos, José Martí, dejaron una marca indeleble en ese tránsito por las aulas, pero sobre todo fuera de ellas.

Desde la etapa colonial, un sector del magisterio fomentó la identidad criolla y el ansia de soberanía.

Del autonomismo a la independencia fue un salto largo que se inició en las escuelas, de donde salió lo más avanzado del pensamiento nacional y también lo más revolucionario y radical.

Esa herencia transformadora, cuya raíz es el humanismo, llegó a nuestros días con la alborada de enero.

De ayer a hoy

En la senda transformadora de la Revolución, cada 22 de diciembre está marcado por el exitoso fin de la Campaña de Alfabetización, una epopeya que repartió el conocimiento por los más recónditos parajes de Cuba.

Sangre gloriosa, y esfuerzo no menos heroico, conformaron el inicio de una etapa que, a pesar de carencias y problemas, permite que el país tenga una enseñanza universalizada y gratuita y haya graduado a un millón de personas.

Perfectible como toda obra humana, esa ha sido una de las grandes conquistas de una nación que hace menos de un siglo y medio, en 1868, se lanzó a la manigua en pos de una independencia inculcada por sus maestros.

Tengamos el magisterio y Cuba será nuestra, decía De la Luz y Caballero. Y hoy, Cuba es nuestra.

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