La Habana, Cuba. – Su música transmitía el virtuosismo de la ejecución impecable y no conoció barreras para alcanzar el esplendor tanto en obras clásicas como románticas, con un talento que recorrió todas las escuelas.

Ignacio Cervantes Kawanagh, considerado entre los más grandes compositores, pianistas y pedagogos del siglo XIX cubano, escribió zarzuelas, valses, sinfonías, una ópera cómica y otras obras de indiscutible valor.

Son, sin embargo, las Danzas Cubanas las que elevan su arte a niveles imprescindibles en el contexto cultural de la nación, pues en ellas plasmó un lenguaje directo y diáfano, un arte cubano y universal, personal y fecundo.

Ignacio Cervantes queda también en la historia por su compromiso político, su ayuda material a los mambises, a emigrados y necesitados, pese a no poseer bonanzas económicas; falleció el 29 de abril de 1905.

Liszt, Rossini y Cervantes

De joven, Ignacio Cervantes estudió en el Conservatorio de Música de París, donde alcanzó el Premio Extraordinario de Piano, con el Quinto Concierto de Herz; también ganó reconocimientos en armonía, fuga y contrapunto.

De sus años parisinos nació la amistad con el compositor austrohúngaro y virtuoso pianista, Franz Liszt, quien al pasar un día frente a su apartamento, escuchó la ejecutoria del cubano, se presentó y pidió quedarse para disfrutar de su música.

Cuentan que con el compositor Gioachino Rossini la relación fue mayor, al punto que el italiano le enseñó la colección de pelucas usadas por él durante toda la vida y le pidió no contarlo a nadie.

Ignacio Cervantes, considerado la más importante influencia de la música cubana del siglo XIX, estuvo entre los pioneros del continente americano en identificar su obra con el sentimiento nacionalista.