La Habana, Cuba. – Murió el 24 de mayo de 1919 y, traídos sus restos desde Uruguay a tierras mexicanas, a Amado Nervo se le rindieron los honores más grandes que poeta alguno haya tenido en Latinoamérica.

El pequeño heraldo del espíritu, como se llamó, fue uno de los bardos más populares de la primera mitad del siglo XX americano, y también, uno de los más criticados y controvertidos.

Sin embargo, los estudiosos encuentran en su obra más que poemas de oropel y paisajes delicados; él mismo reelaboró insatisfecho sus cuentos. En cambio, con la poesía fue tolerante y excesivo en prodigarla, provocando hechuras lamentables.

Creó, además, poemas desenfadados e irónicos; y en la tercera etapa creativa tuvo el tono discreto que tanta crítica e incomprensiones le trajera; el poeta Amado Ruiz de Nervo y Ordaz ejerció como diplomático y periodista.

Nervo en La Habana

El 15 de junio de 1918 llegó a La Habana por primera vez Amado Nervo; tenía 48 años y gozaba de fama en toda Hispanoamérica. Como diplomático y secretario de la Legación Mexicana, estuvo en breve visita y dejó textos en varias revistas; al diario El Fígaro ofreció El día que me quieras, célebre por sus versos románticos.

A su paso por la capital, los libreros vendieron cientos de ejemplares de su poesía y fueron a despedirlo al muelle los admiradores; otro dato: a José María Heredia dedicó un poema y en él le llamó altísimo poeta.

Un año después, Amado Nervo falleció en Uruguay y el cadáver fue llevado a México por un crucero de la Armada Uruguaya, escoltado por naves argentinas, venezolanas, cubanas y brasileñas.

La Habana le rindió homenaje en la Academia de Ciencias y siguieron la ruta los buques Zaragoza y Cuba.