Primero fue el aumento decretado por Donald Trump a los aranceles del acero y el aluminio que entran a su país; luego, su no avisado diálogo telefónico con el presidente ruso, Vladimir Putin.
Más que despechada, Europa se siente «abandonada» por quien hasta ahora ha sido su socio en la OTAN.
La medida comercial se implementará en marzo, y perjudicará sobre todo a los sectores automotriz y alimentario de Europa. Pero la tapa al pomo fue el intercambio con Putin, que ha puesto cimientos para un eventual proceso hacia la paz con Ucrania.
Y la Unión Europea, tan comprometida como Washington con el apoyo a Kiev para golpear a Moscú, fue dejada fuera. La primera respuesta al alza arancelaria emergió después de la llamada telefónica. Bruselas calificó las medidas como «paso en la dirección equivocada», y aseguró que «habrá respuesta».
Europa reclama.
El diálogo de Putin y Trump fue punto tangencial en los debates de la Conferencia sobre Seguridad que tuvo lugar en Munich, este viernes.
De allí salió la propuesta de una reunión de emergencia entre los países del bloque europeo, para discutir las relaciones con la administración Trump, y la posición respecto a la guerra Rusia-Ucrania.
La invitación la formuló la Jefa de política exterior de la Unión Europea, lo que demostró la inconformidad del Viejo Continente con el papel que le está dejando Washington.
Europa pide su lugar en la mesa. Por si fuera poco, el vicepresidente estadounidense, JD Vance, criticó a la Unión Europea, pidiéndole que se haga cargo de su propia defensa para que su país se ocupe de «otros peligros».
No se sabe cuán profundas son, pero en Occidente y la OTAN se observan grietas.