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Ahora toca el turno a Hunter Biden. El hijo del presidente de Estados Unidos está en el banquillo de los acusados, apenas unos días después de que Trump recibió un veredicto de culpabilidad.

El vástago del mandatario estadounidense está acusado de adquirir un arma de fuego de manera ilegal, pues no declaró sus antecedentes como adicto a las drogas.

El juicio en marcha podría ser uno más, pero está lejos de serlo, por las implicaciones políticas que puede tener en la carrera electoral del padre.

El proceso tiene una arista más pedestre que está vinculada a la actual crisis de generalizada adicción a las drogas que se vive en Estados Unidos, donde las autoridades enfrentan una verdadera epidemia de sobredosis, con la aparición del potente opioide fentanilo. Pero también en el juicio hay un aspecto político.

La arista política

Para la más rancia derecha republicana, el juicio contra Hunter Biden es una especie de venganza política. Por eso, un ex asesor de Trump, Garrett Ziegler, asiste como espectador a cada sesión del proceso, donde ha tenido un par de duros cruces con Jill Biden, la esposa del mandatario.

Desde las filas republicanas se afirma que esa causa busca desviar la atención sobre otras acusaciones más graves, como los turbios negocios de Hunter con empresas ucranianas investigadas por corrupción.

En plena carrera por la Casa Blanca, los rivales del presidente estadounidense tratan de vincularlo con las marañas comerciales del hijo, que aún no han sido juzgadas.

La justicia en Estados Unidos tiene un evidente sesgo político y se parece cada día más a una interminable novela televisiva de abogados.

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