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La Habana, Cuba. – Finalmente, Argentina acabó de elegir presidente hace apenas horas, con cifras que beneficiaron en importante mayoría al titulado liberal extremista Javier Milei y su programa pretendidamente redentor de la nación.

Fue un proceso convulso que dejó atrás las preferencias que pudo cosechar el aspirante peronista y ex ministro de Economía Sergio Massa, quien con un discurso incendiario y agriamente contestario explotó el incompleto esfuerzo del oficialismo por reconstruir una economía derruida hace cuatro años por el derechista Mauricio Macri.

Aquello pasó factura al justicialismo, y la decepción y frustración ciudadana han creído encontrar esperanzas en una figura de lenguaje mesiánico, chabacano y dirigido a asirse del descreimiento social.

Una experiencia nociva que debía servir de lección política.

Cuando falla lo positivo

Javier Milei logró imponerse, entre otras cosas, porque a última hora recurrió a la alianza con sectores retrógrados y con el propio ex presidente Mauricio Macri, quien desbancó a Argentina durante su administración, dejando una herencia económica funesta.

Sin embargo, al parecer, no fueron muchos los que se acordaron de esa historia reciente. El resultado: la entrada del país a una noria incierta donde las promesas de Milei, viéndolas sin apasionamiento desbordado, no proyectan días de gloria, sino todo lo contrario.

Y los argentinos ya han pasado por experiencias similares, justo con el Macri, que acudió de inmediato a felicitar a su ganador.

Y es que cuando la angustia acumulada revienta y las respuestas urgentes tardan, los poderes sombríos siempre encuentran los huecos.

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