La Habana, Cuba. Hace menos de 48 horas, el presidente Díaz-Canel, advertía en Naciones Unidas que no pasa una semana sin que el gobierno de Estados Unidos emita declaraciones contra Cuba o imponga nuevas restricciones.

Y no exageró, ni se equivocó, porque la Administración Trump, a la que le encanta hacer listas, lanzó otra que incluye a más de 400 instalaciones hoteleras cubanas, estatales y privadas, donde los estadounidenses tienen prohibido alojarse.

Además suspendió la entrada a Estados Unidos de ron y tabaco cubanos como importación personal de los viajeros.

También eliminó la autorización vigente para participar en presentaciones públicas, clínicas, talleres, otras competencias atléticas o no atléticas y exhibiciones. Igualmente prohibió la organización o asistencia a reuniones o conferencias profesionales en Cuba.

Contra Los cubanos

Anunciada por Trump nada menos que en un acto en la Casa Blanca con los mercenarios que vinieron por Girón, la nueva batería de restricciones constituye otra vuelta de tuerca a un bloqueo recrudecido con anterioridad y que ha cobrado una dureza nunca vista.

Por supuesto que esa epifanía trumpista tiene un evidente fin electoral, porque está utilizando la hostilidad contra Cuba para contentar a un sector de los votantes, aunque tenga que desconocer los derechos individuales de sus propios conciudadanos.

Pero más allá de eso, la principal violación, que hace mucho tiempo es un genocidio, es el sostenido intento de asfixiar a todos los cubanos. Pero en el afán de buscar votos y apretar el bloqueo, Trump se volvió a olvidar de que hace 59 años al público que lo acompañó, lo cambiamos por compotas.

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