Casi un año después del inicio del asedio israelí contra Gaza, el primer ministro Benjamin Netanyahu prosigue, inmune, los ataques, y se resiste al acuerdo para una tregua que dictaminó el Consejo de Seguridad hace tres meses.
La traición a su protector, Estados Unidos, es evidente. Con las elecciones a las puertas y la aspiración de reelegirse, la administración demócrata propuso la resolución que mandató el alto el fuego, de modo de salvar el pellejo ante las críticas por el apoyo incondicional a su aliado israelí.
Pero Netanyahu prosigue los ataques contra Gaza, obstaculiza la tregua, y se mantiene en el poder pese al rechazo que su política suscita también en la ciudadanía israelí, que reitera las protestas para reclamar su salida del gobierno, pues el Primer Ministro ha sido incapaz de hacer retornar a casa a los rehenes en poder de Hamas.
Inconmovible
Más de 40 mil gazatíes asesinados constituyen una cifra escalofriante, y pone de relieve la inoperancia de los mecanismos internacionales ante un genocidio que amenaza extenderse a Cisjordania.
Ello confirma la estrategia israelí de aniquilar al pueblo palestino, y apoderarse de lo que queda de sus tierras. Netanyahu insiste en que no renunciará al control de la frontera entre Gaza y Egipto, conocida como el Corredor Filadelfia, lo que sigue entrampando la posibilidad de negociaciones.
Incluso Hamas ha pedido a Washington que lo presione, pero Netanyahu sigue ganando tiempo. Observadores estiman que su interés es proteger su posición política, pues arribar a un acuerdo podría hacer colapsar su endeble coalición de gobierno.
Es un agravio a la humanidad que Netanyahu siga en el poder, sobre los cadáveres de decenas de miles de palestinos inocentes.