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La Habana, Cuba. – El debate de la Resolución cubana que exige poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra nuestro país volverá al seno de la Asamblea General los próximos días y, como cada año, suscitará uno de los momentos de mayor unanimidad.

Desde su presentación por primera vez en el año 1992, el debate del tema provoca la condena a esa política, que de modo explícito, con la explicación del voto, repudian naciones y grupos de países opuestos a ella no solo por su carácter inhumano sino, además, injerencista, en tanto pretende obligar a terceros a sumarse a ella.

Este año se incrementan las presiones de una administración con desmedidos afanes hegemónicos que quiere manipular el voto, mediante el mismo uso del chantaje con que amenaza, sanciona y quiere torcer brazos, fuera del marco de la ONU.

Subversiva y genocida

El carácter acumulativo de los daños por más de 60 años de bloqueo, hace cada vez más evidente su carácter terriblemente asfixiante.

Esa estrategia fue diseñada en la Casa Blanca desde los años de 1960 para provocar la rendición de un pueblo agobiado por las necesidades. El modus operandi ha sido maniatar al Estado cubano mediante las medidas punitivas que le impiden acceder a fuentes financieras y comerciales, hasta cercenar las posibilidades de resolver las necesidades vitales.

Las vías van desde los obstáculos creados para impedir la importación de petróleo, pasando por la escasez de materias primas para fabricar medicamentos y las afectaciones a la agricultura que golpean la alimentación.

Del otro lado está un pueblo heroico por su capacidad de enfrentar las dificultades que seguirá venciendo en tanto rediseñe con eficacia la economía, y, en general, su vida.