La Habana, Cuba. – Donald Trump es el candidato presidencial republicano. Ha sido solo la confirmación de algo esperado y hasta anunciado.
El Partido Republicano mantuvo así la apuesta por la reelección de un magnate que llegó a la presidencia de manera sorpresiva. Desde ahora y hasta el 3 de noviembre se intensificará el barraje propagandístico, también de Biden y los demócratas, para intentar atraer el atención popular.
Sin embargo, ese tsunami mediático se concentrará en los más o menos 15 estados indecisos o los que aportan más votos electorales, que son los que definen el acceso a la Casa Blanca.
En el enrevesado sistema estadounidense, increíble herencia de los tiempos de la esclavitud, cada estado representa un número de votos electorales proporcionales a la población, y en la abrumadora mayoría, el ganador se los lleva todos.
Resultados cuestionables
El poco peso real del voto popular es lo que explica que Trump haya derrotado hace casi 4 años a Hillary Clinton, quien no obstante obtuvo unos 2 millones de sufragios más.
Pero de esa extraña manera también llegaron al poder John Quincy Adams, Rutherford Birchard Hayes, Benjamin Harrison y nada menos que George Walker Bush. Y es que esa es una elección indirecta o de segundo grado, en la que solo en apariencia se vota por el presidente, lo que de entrada hace cuestionables los resultados de esos comicios.
Claro que hay que seguir con atención la marcha de esas elecciones por su impacto en la geopolítica global, pero los cubanos estamos curados de espantos y sabemos que solo nuestras propias fuerzas nos harán salir adelante. Eso es lo único que cuenta, esté quién esté en la Casa Blanca.