La Habana, Cuba. – A estas alturas de las relaciones globales y hemisféricas es evidente que los viejos esquemas de dominación imperialista no pasan tranquilamente el juicio de nuestra región.

Cierto que todavía no faltan en este espacio cipayos y temerosos que apoyan o hacen silencio cómplice ante las tropelías que Washington dispone contra nuestros pueblos. Pero sin dudas, el movimiento de rechazo y la conciencia de que nada debe ser pasado por alto en materia de ataque a nuestras independencias, es un fenómeno generalizado y cada vez más arraigado entre las naciones y pueblos del Sur y del Caribe.

Se trata de un asunto que no debería desconocerse o no tomarse en cuenta por una Casa Blanca que pretendiera vínculos realmente positivos hacia sus más inmediatos vecinos geográficos

De las realidades

No obstante, y dado que la política no es solo declamación, sino ejecución práctica, vale indicar que ciertos pasos regionales de la actual administración estadounidense no se sintonizan con los cambios de los últimos tiempos en América Latina y el Caribe.

Así, el presidente Joe Biden prorrogó la vigencia del absurdo decreto de los tiempos de Barack Obama que declaró a Venezuela bolivariana “amenaza inusual y extraordinaria” a la seguridad nacional norteamericana.

Como si aquella nación fuese una potencia económica y militar a la altura de China o Rusia, a las que los círculos gringos de poder identifican como sus grandes oponentes globales.

Nada, una sandez tan absoluta e insultante como para generar el rechazo que con justicia hoy se ha ganado por el mundo.