Sin dudas, la derecha brasileña y sus socios foráneos no solo deben una satisfacción abierta al ex presidente Luis Ignacio Lula da Silva, sino que además deberían ser sometidos a los tribunales por manipular las leyes nacionales y promover un forzado cambio de gobierno en el gigante sudamericano.

Como se recuerda, el dirigente del Partido de los Trabajadores cumplió incluso prisión acusado de fraude y corrupción en un juicio que siempre denunció como amañado.

Y ahora, cuando el barco derechista hace agua y la verdad empieza a aflorar, Lula da Silva no solo fue liberado de los falsos cargos en su contra, sino que aparece como amplio favorito para reasumir la jefatura del Estado en las elecciones programadas para el cercano 2022, con una ventaja que supera en 11 puntos a la suma de todos los sufragios que se supone obtendrían sus contrarios.

Lecciones claras

El terrible fiasco que ha significado para Brasil la presencia al frente del gobierno del derechista Jair Bolsonaro mediante el fraude mediático y la manipulación judicial, es una lección política que no debería pasar por alto para la sociedad del gigante sudamericano.

Un panorama de desnacionalización, ruina económica, discriminación, violencia y mal manejo de la pandemia de Covid-19, signa la actuación del ex militar, que según las encuestas, está por debajo de Lula por 26 puntos porcentuales a partir de su descrédito público y de una imagen y aceptación cada vez más deterioradas entre sus compatriotas.

Las mismas cifras aseguran que el líder del Partido de los Trabajadores ganaría en primera vuelta con el 49 por ciento de los votos en la cita electoral de 2022.