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La Habana, Cuba. – Con cierto sabor de éxito, la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU concluyó este miércoles con un acuerdo que llama a la transición hacia energías limpias, lo que implica el abandono progresivo del uso de los combustibles fósiles.

Arribar a ese consenso se considera un hecho histórico porque prescindir del petróleo, el gas o el carbón (los combustibles más contaminantes) es esencial para evitar la contaminación.

Ello significa, por tanto, una condición imprescindible para cumplir el compromiso ya adoptado en París, de que el incremento del calentamiento global no exceda el 1, 5 por ciento en comparación con los niveles pre-industriales.

Sin embargo, una vez más la Conferencia dejó insatisfacciones. ¿Con qué financiamiento los países pobres, que conforman la mayor parte del planeta, podrán asumir la transición?

No es suficiente

Transitar hacia energías limpias, como se comprometió la COP 28, requiere inversiones que no están al alcance de las naciones del Sur.

Es cierto que la aprobación de un Fondo de Daños y Pérdidas para Países Vulnerables, conseguida al principio de la Conferencia, puede anotarse como un hito que por primera vez en el entorno de la lucha contra el cambio climático, reconoció las asimetrías y respetó el concepto de las responsabilidades compartidas.

Pero ello solo alcanzará, en cualquier caso, para socorrer a las naciones afectadas por los fenómenos climatológicos. Y aun para eso, el dinero prometido resulta insuficiente.

Mucho menos puede pensarse que Estados sin lo suficiente para garantizar la vida de su gente, puedan realizar, por sí solos, un cambio de sus matrices energéticas. La COP de Dubái avanzó, pero no todo lo que el mundo necesita.