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La Habana, Cuba. – Más que una oposición a la guerra en torno a Ucrania o a la agresión israelí a Gaza, el rechazo del Senado de Estados Unidos a un proyecto de ley que contemplaba nueva ayuda a Kiev y Tel Aviv, constituye un golpe a Joe Biden.

La legislación fue negociada durante meses por el mandatario y un sector de los legisladores republicanos, a quienes el presidente concedió entregar más dinero para la seguridad en la frontera sur, pese a que había prometido no forzar la mano contra los ilegales.

Pero los republicanos, finalmente, no cedieron. La imposibilidad de conseguir la legislación desacredita al mandatario en sus deseos de reelegirse en noviembre. Sobre todo, si se sabe que un día antes de la votación, el expresidente Donald Trump, quien parece cerca de obtener la candidatura republicana, llamó a los legisladores de ese partido a oponerse.

Ni tirios ni troyanos

La negativa del Senado a aprobar más dinero para la frontera junto con nuevos fondos para Israel y Ucrania ha sido manejada por Biden, también, de modo electorero, al culpar a los cabildeos de Trump por el fracaso.

Pero los hechos ocurren cuando la migración ilegal hacia Estados Unidos crece, y el asunto ha sido convertido por los republicanos en tema de la campaña con vista a las presidenciales. Ello incluye el desafío a Biden por parte del gobernador de Texas, Grec Abbot -otro soberbio republicano- quien levantó alambradas de púas en la frontera para cerrar el acceso a los indocumentados, y después impidió el paso a los agentes federales enviados por la Casa Blanca para cortarlo.

Lo peor para Biden es que también muchos demócratas, y latinos en Estados Unidos, piensan que su política hacia la migración ha fracasado.