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La Habana, Cuba. – Un duro revés sufrió el díscolo presidente argentino Javier Milei cuando el Congreso convirtió en papel mojado a la llamada Ley Ómnibus.

Esa legislación, que tiene el rimbombante nombre de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos, ahora tendría que volver a empezar el camino parlamentario, con el consabido tira y encoge entre el oficialismo y la oposición.

Milei ha amenazado con llevarla a plebiscito, aunque no tuvo en cuenta que la Constitución argentina establece que para que una consulta popular sea vinculante, es decir de obligatorio cumplimiento, la discusión pública debe ser aprobada antes por las dos Cámaras congresionales, algo que parece difícil, visto lo visto.

Y más difícil lo es si se tiene en cuenta que esa Ley modifica o deroga cientos de regulaciones en áreas  como economía, cultura, educación y salud.

Baja la popularidad

Luego del fracaso en el Congreso, la reacción del presidente Milei, a quien ahora muchos llaman Niley, ha sido atacar con saña a todos los legisladores que se opusieron a su plan.

El mandatario hizo pública una lista de aquellos que votaron contra la Ley Ómnibus, a los que calificó como traidores. En realidad, el sonado traspiés parlamentario reveló la impericia de un gobernante que rehúye el diálogo y es incapaz de forjar consensos.

Por eso, en apenas dos meses de mandato, la popularidad del presidente ha comenzado a caer con inusitada velocidad entre los argentinos, sacudidos por la realidad de un ajuste que golpea a todos.

Ese es un proceso de pérdida de aceptación que no tiene precedente en la historia del país austral. Y eso es en la calle, porque en el Congreso, Milei aún se duele del tropezón.