La Habana, Cuba. Sanos y a buen resguardo, se encuentran en la Patria los integrantes de la brigada Henry Reeve que llevó la luz solidaria de Cuba a la región italiana de Lombardía, justo cuando fue más oscura la noche del coronavirus en ese país.

Miles de atenciones médicas y de enfermería, más de 200 vidas salvadas en dos meses de trabajo y el cariño de la gente, son el único y preciado botín de 52 hombres que dieron el beso de la vida ante el peligro de la muerte.

Los que llegaron al pueblo de Crema para salvar, marcan la primera misión en Europa del contingente que creó Fidel hace 15 años.

Tienen, además, el mérito de haber contribuido a impulsar el creciente movimiento mundial que pide el Premio Nobel de la Paz para esas brigadas, orgullo de un país que ha sabido, dignamente, ser David frente a Goliat.

Misión cumplida

La génesis del Contingente Henry Reeve fue la Fuerza Médica conformada por Fidel para ayudar a los damnificados del huracán Katrina que azotó la ciudad estadounidense de Nueva Orleans. Aunque el ofrecimiento fue rechazado, demostró Fidel que Cuba ponía el valor de la vida y nuestros principios internacionalistas consagrados en el concepto de Revolución, por encima de diferendos históricos y políticos.

Esa es una verdad que sigue sonando alto y claro ante las campañas de descrédito contra nuestra colaboración médica, y aquellos que, paradójicamente, no han ejercido la tan manipulada libertad de expresión y se han callado las virtudes de Cuba en estos tiempos de pandemia.

Los médicos que regresaron de Lombardía traen la satisfacción martiana de haber estado donde fueron útiles, y para el pecho de la patria, otra medalla de humanidad.