La migración marcará las relaciones de Estados Unidos con México, Centroamérica y el Caribe durante este 2025, y durante todo el mandato de Donald Trump.
Su temprana advertencia de que ordenará deportaciones masivas de indocumentados ha puesto en alerta a las naciones emisoras y provocado posiciones que pueden conformar un frente unido ante Washington.
Además, las amenazas anuncian otro mandato trumpista caracterizado por la mano dura contra los ilegales: ellos son una corriente imparable que puede constatarse también en otras regiones del mundo, y que proseguirá mientras la brecha Norte-Sur se mantenga.
Con esa verdad como base, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum ha confirmado que alista una reunión con algunos de sus pares de la región para analizar el asunto, «con la perspectiva de las causas», apuntó.
Posición humanista.
En el camino de su antecesor Andrés Manuel López Obrador, Sheinbaum recordó este domingo que su postura es coherente con la política exterior mexicana, con sus principios humanistas, y da continuidad a la Cumbre de Palenque, convocada por AMLO en 2023 con la presencia de diez países latinoamericanos, incluida Cuba.
Entre otros acuerdos, ellos abogaron por planes de desarrollo para evitar el éxodo desde las naciones pobres; por políticas que respeten los derechos humanos; contra las medidas coercitivas unilaterales, y por la ampliación de vías regulares y seguras para emigrar.
El tema adquiere ribetes dramáticos cuando llega a la Casa Blanca un presidente que antes ya deportó masivamente, y fue capaz de encerrar en jaulas a los hijos de los deportados. Los países emisores se resisten a la injusticia y el maltrato.