La Habana, Cuba. – Éxodo de la Pobreza se autodenomina la nueva caravana de indocumentados centroamericanos y caribeños que se encamina hacia Estados Unidos, atravesando México.

Como otros miles en los últimos años, los migrantes que la integran buscan dejar atrás la crisis económica y, en algunos casos, la violencia de sus países.

Es la necesidad, y la persistente esperanza de un futuro mejor, lo que les empuja por tortuosos y peligrosos caminos, expuestos a todos los riesgos, a pesar de los muchos escollos que saben encontrarán cuando lleguen a la frontera sur estadounidense, donde las leyes para acogerlos siguen siendo duras.

Pero, en última instancia, ellos son el resultado de la injusticia que sigue dividiendo al mundo en Norte y Sur: de un lado, los países ricos; del otro, los expoliados. Mientras, la obtusa mirada imperial sigue enfrentando el fenómeno desde la represión.

Cambiar el orden

Ayuda para el desarrollo de las naciones emisoras resultaría una solución, a largo plazo, para la migración ilegal, pasando por la derogación de medidas punitivas, y el establecimiento de leyes más flexibles para acoger a una mano de obra necesaria y que se paga barato, ya sea en Estados Unidos o Europa.

Porque el fenómeno no es exclusivo de nuestro hemisferio. De África parten anualmente miles de sus hijos, atravesando el Mediterráneo en precarias embarcaciones para llegar al Viejo Continente, y enfrentar otra vida de penurias, en el mejor de los casos, bajo el estatus de refugiados.

Según datos de la Unión Europea, durante el año que termina se registraron más de 255 mil llegadas ilegales, la mayor cifra desde 2016.

Es un fenómeno que crece y seguirá latente, mientras la desigualdad y la injusticia rijan el mundo.