De alguna manera, y a pesar de una Casa Blanca en especial hostil e injerencista, América Latina y el Caribe parecen imbuidos en una nueva ola de cambios políticos favorables a los sectores progresistas luego de los reflujos reaccionarios de reciente data.

México inauguró un cambio interno con el presidente Andrés Manuel López Obrador; en Argentina la tendencia popular retornó a la Casa Rosada; en Chile el pueblo impuso una nueva constitución, y en Bolivia el golpismo duró poco menos de un año.

Ecuador, por su parte, podría dar paso también a un gobierno progresista.

Tales procesos son la confirmación clara de que pese a errores, dificultades, y tropiezos del movimiento de izquierda, y por encima de las maniobras enemigas, las opciones derechistas y hegemonistas en nuestra área están condenadas al fracaso por su intrínseco contenido expoliador y anti popular.

Virus endémico

Vale indicar que mientras para Washington y sus aliados internos sus intereses resulten el móvil de su comportamiento, los riesgos de agresión y golpismo en todas sus facetas serán ciertos en América Latina y el Caribe.

Nunca, y mucho menos en estos últimos años, hemos dejado de ser percibidos por tales grupos de poder como ciudadanos de segunda y patrias destinadas a vivir en vasallaje.

No obstante, cierto es también que no hay mal eterno, y en nuestro devenir más o menos exitoso, la cualidad de luchar, organizarnos y batallar por un destino mejor se ha convertido en parte de la sangre y el sentir popular regional.

La prueba está hoy ante nosotros, y de ahí el siempre renovado empeño por la reconquista y perfección de metas que estuvieron en manos de los desposeídos tiempo atrás.