La Habana, Cuba. – El petróleo tiene un olor particular que para algunos puede ser nauseabundo, pero que es muy atractivo al olfato de otros. Y ese parece ser el caso de Estados Unidos, que ahora no ha puesto reparo en aspirar al hidrocarburo venezolano.

El conflicto en Ucrania mantiene en alza sostenida el precio mundial del combustible, una circunstancia que es negativa para la economía global porque genera también una subida de los costos  productivos y por supuesto de la producción final.

De esa realidad no ha podido escapar ni siquiera Washington, que aún es la principal economía mundial y que tiene una alta dependencia del combustible fósil.

Las sanciones norteamericanas a Moscú, que como se ha visto lanzaron al espacio los precios, privaron a Estados Unidos del petróleo ruso y ahora andan como locos buscando un nuevo suministrador.

Pragmatismo político

Durante varios años, la Casa Blanca ha fustigado sin piedad a Venezuela, llegando incluso a considerar al opositor Juan Guaidó como el presidente de la nación bolivariana.

Ahora, de repente y obligado por la necesidad de buscar petróleo, Estados Unidos se sentó a negociar con el gobierno de Nicolás Maduro  para explorar la eventual compra de crudo venezolano en medio de la crisis mundial por el conflicto en Ucrania.

Aunque esas negociaciones ahora están en pausa, corre un chisme por los pasillos del Departamento de Estado de que se le entregará una licencia especial a la compañía Chevron para continuar actividades en Venezuela.

Puro pragmatismo político yanqui que deja en segundo plano a los principios, si es que los hubo. Una actitud que envidiaría el mismísimo Maquiavelo, padre de la ciencia política moderna.