La Habana, Cuba. – A escasas horas de las elecciones que cambiarán muy poco en Estados Unidos -y nada o casi nada en el mundo-, el presidente saliente Joe Biden prosigue «con ardor» su apoyo a Israel, en una continuación del desprecio a los pronunciamientos de la comunidad internacional, y a los peligros de un conflicto más extendido en el Medio Oriente.
Con la afirmación de que debe cumplir con los compromisos de «protección de los ciudadanos y las fuerzas de Estados Unidos» y con «la defensa de Israel», la administración Biden admite públicamente su sabida connivencia con el victimario de 43 mil palestinos y casi 3 mil libaneses, y trata de justificar la presencia en la zona de bombarderos B -52 recién enviados por el Pentágono, y que constituyen la avanzada de un «refuerzo» que incluirá también destructores y aviones caza.
Poco optimismo
Lo peor es que la Casa Blanca justifique el nuevo envío de armas bajo el supuesto de que busca «una desescalada a través de la disuasión y la diplomacia».
Si pretendiera evitar una contrarréplica de Irán luego de que Netanyahu bombardeara objetivos militares iraníes, solo debería «disuadir» a su socio de que no prosiga la guerra por la hegemonía en la región, retirándole la ayuda a Israel.
Pero eso no ocurrirá porque Estados Unidos bebe en la misma copa que el cancerbero de sus intereses.
El resultado electoral en Estados Unidos tampoco anuncia mejores cosas. La demócrata Kamala Harris ha aceptado que mantendrá el respaldo a Tel Aviv, aunque lamente las víctimas, y Donald Trump dice que acabará el conflicto en horas, pero no explica cómo se escabullirá de un compromiso de décadas de Washington con el sionismo. Posiblemente, tampoco lo desea.