La Habana, Cuba. – Si algún territorio en el planeta conoce lo terriblemente nociva que resulta la dependencia obligada con respecto a un poder extranjero, ese es precisamente América Latina.

Colonia esencialmente española y portuguesa, escenario inmediato de la rapiña entre poderes europeos, y finalmente encadenada a las ordenanzas de unos Estados Unidos expansionista y prepotente, nuestra región ha sido marcada por la peor herencia derivada de la carencia de autodeterminación, y de su sumisión masiva a los intereses ajenos.

Una tragedia, que a pesar de las luchas centenarias de nuestros pueblos, sigue cobrando sus dolorosas cuentas a decenas de millones de seres humanos en materia de penurias, represión, falta de oportunidades, insalubridad e ignorancia masivas, amén de desprecio y subvaloración por los explotadores.

Horas diferentes

No obstante, y a tono con los cambios que han venido ocurriendo a escala planetaria, la tendencia latinoamericana a rechazar al absolutismo imperialista y el apoyo a un mundo multipolar gana cada día más espacio. Y ciertamente, para nuestros pueblos, la prevalencia de una política internacional de respeto y beneficio mutuo entre países, más allá de su tamaño, recursos, o número de pobladores, es sin dudas una garantía de vida y desarrollo.

De ahí que aquellas naciones punteras en esa doctrina, como Rusia y China, se han ido convirtiendo en alternativas confiables para el Sur de nuestro hemisferio, y sobre todo, para aquellos individuos y colectivos que aspiran a una América Latina independiente, respetuosa de la voluntad ajena, próspera, justiciera y con un desempeño global cada vez mayor.