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La Habana, Cuba. – No podían imaginar los miembros de la Federación de Sindicatos Organizados y Uniones Laborales de Estados Unidos y Canadá, la trascendencia de la huelga convocada para aquel Primero de mayo de 1886.

La demanda de ocho horas de trabajo hizo salir a las calles ese día a miles de trabajadores estadounidenses. En Chicago, donde las condiciones de trabajo eran más duras, el paro se extendió por varios días y generó un recio enfrentamiento con los rompehuelgas que disolvió la policía con rudeza.

El día 4 de mayo, un mitin obrero en la Plaza Haymarket se convirtió en una masacre a partir de una bomba lanzada contra los agentes policíacos.

Nueve trabajadores fueron arrestados y acusados y seis de ellos condenados a muerte. Colgados de un cadalso nacían los Mártires de Chicago.

Por las ocho horas

La lucha por la jornada laboral de ocho horas marcó al movimiento obrero mundial.

El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!, escribía Engels en 1890, en el prólogo a la edición alemana del Manifiesto Comunista.

Esa conquista es ahora una realidad en la mayoría de las naciones, pero aún hay quienes sufren abusivas jornadas, incluyendo niños cuya infancia se diluye trabajando.

Por eso, el mundo celebra el Día Internacional de los Trabajadores, aunque algunos lo soslayen, como Estados Unidos que parece olvidar a los Mártires de Chicago, cuya acción trascendió tiempo y espacio para llegar a todos los confines del planeta.