La Habana, Cuba. – El humilde poblado de Pueblo Nuevo, en los alrededores del central Isabel en Media Luna, en la hoy provincia de Granma, tuvo la dicha de tener entre las más queridas familias a la del médico Manuel Sánchez Silveira, profesional noble dado a acudir a los llamados de la gente que necesitaba salud y cualquier otro problema.

Su esposa, Acacia Manduley Alsina, rebosaba ternura y fe. De Manuel y Acacia viene Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley, sencillamente: Celia.

El paso del tiempo revelaría en esa mujer maravillosa la estirpe de aquellas como Mariana, Amalia, Haydée y Melba, entre otras tantas. Celia fue clave, junto con Frank País, en la organización que permitió salvaguardar y proteger a los guerrilleros que arribaron en el Granma.

Unida a la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio se entregó a los inicios del Ejército Rebelde.

Celia, fuego y luz

A pesar de los enormes peligros que afrontaban los guerrilleros en la Sierra Maestra, Celia NO dudó y se incorpora al Ejército Rebelde.

Participa en combates junto con Fidel, baja al llano, hace trabajo clandestino, cura enfermos y herido, y se forja como guerrillera. Sobresalió en la formación del batallón femenino Las Marianas, tropa concebida por Fidel sabiendo que la mujer era un puntal de la Revolución.

Con el triunfo revolucionario trabaja con el Comandante en Jefe como secretaria del Estado cubano, además supervisa planes de desarrollo, planifica lugares recreativos para el pueblo, participa en cortes de caña, labores constructivas y crea la Oficina de Asuntos Históricos, donde se conserva y resguarda la historia de la Revolución.

Fue conocida la frase: Escríbele a Celia, que ella te va a ayudar. Así era Celia: mujer de fuego y luz.