La Habana, Cuba. – A estas alturas, y con casi 65 impugnaciones favorables a su destitución, el presidente de los brasileños, Jair Bolsonaro, se ha convertido en una verdadera desgracia nacional.

Quienes de forma intencional o confundidos se tragaron la píldora de que el díscolo y reaccionario ex militar haría un Brasil más fuerte y feliz, a estas horas estarán maldiciendo su mala voluntad o su superficialidad evaluativa.

Bolsonaro ha actuado como un cerril empedernido y un elefante en una cristalería, con la agravante de que todos sus abominables dislates, y sobre todo el referido a la pandemia de la Covid-19, ya tiene un costo de unos 9 millones de enfermos y 220 mil muertos, sin que admita siquiera que el gigante sudamericano va derecho a la hecatombe sanitaria y humanitaria. 

Los otros culpables

Desde luego, hay que recordar que fueron los grupos derechistas y fundamentalistas brasileños los que se ocuparon del trabajo sucio de satanizar y defenestrar al gobierno del Partido de los Trabajadores y a sus principales líderes para dar paso a las aspiraciones de Jair Bolsonaro.

Solo que esa coalición de la desgracia no actuó sola, y recibió todo el apoyo y el asesoramiento de los intereses hegemonistas norteamericanos, empeñados en los días de Donald Trump de restituir el control gringo sobre sus vecinos del Sur del Hemisferio.

Ha sido entonces la obra en conjunto de las heces, interna y externa, que siempre han pretendido imponerse a nuestros pueblos y llenar sus bolsillos y vanidades al costo de la depauperación de las grandes mayorías regionales.