La Habana, Cuba.- Durante los años treinta del siglo pasado Cuba vivió un verdadero período de convulsión revolucionaria.

Eran los tiempos de la crisis económica mundial del capitalismo, y los máximos rigores de la depresión recaían sobre la población trabajadora. En consecuencia, los males sociales resultaban ya insostenibles, y la agitación política –condicionada por el deterioro económico y la impopularidad del régimen de Gerardo Machado- comenzó a canalizarse en corrientes revolucionarias. Ya desde 1923 se anunciaba un viraje histórico en Cuba.

El movimiento estudiantil mostraría su máximo empuje en los años veintisiete, treinta y treinta y tres. También la clase obrera iba organizándose, y el Partido Comunista expresaba la fuerza y la capacidad que iba adquiriendo el proletariado.

La caída del machadato

El accionar político revolucionario de estudiantes y obreros, a partir de 1930, trascendió a capas más amplias de la población y se constituyó una formidable movilización nacional de repulsa a la dictadura de Gerardo Machado y a la injerencia estadounidense en el país.

En 1930 tuvo lugar el primer gran golpe contra el régimen: un paro general dirigido por el Partido Comunista y la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CENOC), que demostró el grado de organización que ya iban adquiriendo los trabajadores.

Dos años después llegaba a la isla el embajador norteamericano Benjamin Summer Welles, con orientaciones precisas de evitar que la lucha política de los cubanos alterase la estructura neocolonial de la República.

Pero el empuje popular provocó la caída de Gerardo Machado, el doce de agosto de 1933.

Un triunfo popular escamoteado

La huelga general revolucionaria, organizada y dirigida por Rubén Martínez Villena, fue la acción decisiva en el derrocamiento del machadato, hace 72 años. Pero las presiones de Estados Unidos y la actitud entreguista de ciertos sectores, escamotearon el verdadero triunfo de una revolución, al reinstalar un gobierno moldeado a la medida de los intereses de Washington.

Poco después ascendería a la presidencia Ramón Grau San Martín, con la influencia destacada de un ala antimperialista representada por Antonio Guiteras.

Pero una vez más la derecha se confabularía y, con la anuencia de Estados Unidos, hizo que Grau entregara el poder, el quince de enero de 1934, y el movimiento revolucionario –ya prácticamente desarticulado- fue reprimido.

Aquella revolución del treinta, como dijera Raúl Roa, se fue a bolina.

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