Saber es bueno, repetía la señora Ángela a su nieto Heberto Bárzaga Álvarez cuando vivían en el asentamiento montañoso de Barrabás, lugar escogido por la familia para establecer su hogar.
El niño interiorizó la aseveración de la abuela y halló maneras ingeniosas de reconocer las letras impresas de una vieja biblia y practicar caligrafía sobre hojas de plátano.
Pero había un problema: no había electricidad. Comenta el octogenario campesino que de día él ayudaba en los campos y en las noches casi no podía auto-alfabetizarse, pues sólo tenían en casa dos laticas de metal con tela trenzada para alumbrarse.
En Oriente las llamamos mechón, emiten poca luz y humo que molesta la vista, asevera Bárzaga Álvarez. Pero la mayor felicidad para todos ocurrió en el momento que el viejo llevó al bohío tres faroles industriales quinqués. Eso cambió mi vida y el entorno serrano, afirma.
Del quinqué a las lámparas de queroseno
Con los quinqués, en los hogares de la Sierra Maestra las noches cambiaron, asegura Heberto Bárzaga Álvarez. En aquellos sitios, casi inaccesibles, las personas aumentaron los contactos nocturnos entre vecinos y se organizaron fiestas de tradiciones locales.
El quinqué, por la mejor luz que emitía, también propició socializar más, afirma el intelectual Aldo Daniel Naranjo. Pero posteriormente apareció otro artefacto, el farol de queroseno, que logró una variación superior en las vidas de los campesinos, pues al servirse de su expandida luminosidad, ahora las familias se reunían y realizaban diversas tareas.
Disfrutábamos las fotos de las revistas y libros, por ejemplo. Era un espectáculo ver surgir la intensa luz de la tela de amianto de la lámpara, expone Bárzaga Álvarez. A las comunidades cubanas sin electricidad, les esperaban otras decisivas transformaciones.
De plantas eléctricas a paneles fotovoltaicos
Con la Revolución cubana, la ruralidad nacional vivió cambios energéticos estratégicos, porque comenzaron a materializarse grandes programas de electrificación.
Pero para las zonas más alejadas se determinó ubicar generadores a partir del petróleo, señala el ingeniero Geider Rodríguez. Dijo que aquellas unidades, con el tiempo, carecieron de piezas de repuesto y suministros de combustibles, lo que las convirtió en obsoletas.
En la primera década del presente siglo, se concretaron proyectos de inversión para las áreas de difícil acceso, con tecnologías revolucionarias como la fotovoltaica.
Las viviendas rurales, recibieron paneles solares altamente eficientes. Para familias como la de Heberto Bárzaga Álvarez, haber transitado desde las penumbras hasta la electricidad generada por fuentes alternativas, ha sido un constante renuevo.