Compartir

La Habana, Cuba. – El griego Arquímedes de Siracusa, heredero de una familia inclinada a la ciencia, incursionó en astronomía, matemática, física, geometría, mecánica y óptica. ¡Y todo ello exitosamente!.

Esta hazaña sólo ha sido posible para un número bien pequeño de seres humanos, de ahí que con toda justeza se califique de genio a este científico multifacético, autor del famoso grito de ¡Eureka!.

El rey Hierón de Sicilia le encargó a Arquímedes que verificara, sin destruirla, si la corona que le habían obsequiado sus súbditos era realmente de oro puro. Arquímedes encontró la solución de forma accidental mientras se bañaba, al comprobar que la corona desplazaba una cantidad de agua igual a su propio volumen.

Cuenta la leyenda que el científico salió corriendo desnudo por las calles, al tiempo que gritaba: ¡Eureka!, palabra que significa: Lo he encontrado.

Dadme una palanca

El rey Hierón también se relaciona con otro de los descubrimientos de Arquímedes. Era preciso trasladar a tierra firme una pesada galera, y fue el propio monarca quien tiró de la cuerda que movió la nave … gracias al sistema de poleas y palancas creado por el genio de Siracusa.

Así surgió la célebre frase: Dadme una palanca y moveré el mundo. Pero como si con eso no fuera suficiente, Arquímedes también resolvió el problema de la medición del círculo. Al adentrarse en la trigonometría y a través de un proceso que involucraba hexágonos, el sabio griego llegó a la constante que hoy conocemos como Pi.

El resultado de su cálculo se acercó mucho a la cifra que usamos en la actualidad,  obtenida gracias al mismo método que él utilizó. Aunque los griegos se interesaron por diferentes ciencias, pocas veces hubo aplicaciones prácticas, pero Arquímedes fue la excepción.

Murió a manos de un soldado romano

Entre las soluciones prácticas brotadas de la mente de Arquímedes, figura un tornillo sinfín que permitía llevar el agua cuesta arriba hasta las ciudades o regar los campos. Este invento, que todavía se utiliza, sirvió como principio a  Da Vínchi para proyectar su máquina de volar.

A la muerte del rey Hierón, Siracusa fue invadida por los romanos. Para defender la ciudad, el ingenio del ya anciano Arquímedes se tradujo en la creación de tres efectivas máquinas de guerra. Así, creó unas tenazas que elevaban los barcos y los estrellaban contra la costa, espejos cóncavos que incendiaban las naves enemigas concentrando la luz solar, y catapultas que lanzaban múltiples objetos de un solo disparo.

El autor de tantos descubrimientos que todavía hoy benefician a la Humanidad, murió a manos de un soldado romano, a los 75 años.