La Habana, Cuba. – A sus 509 años arribó en este mes de enero la villa de la Santísima Trinidad, entre las primeras fundadas en la Isla en aquella primera mitad del siglo XVI.

Si bien se trata de un espacio citadino sin catedrales monumentales ni imponentes fortalezas militares, Trinidad deslumbra a todos los amantes de nuestro pasado, sobre todo por constituir un reflejo de la arquitectura colonial.

En el centro histórico de esta urbe, ubicada en el centro sur de la Isla, sobresalen las casas de alto puntal, grandes ventanas con rejas, portones de madera preciosa y tejas rojas, así como las calles de piedra.

La villa fue fundada, exactamente en 1514, en un punto cercano al río Arimao, que pertenece hoy a la actual provincia de Cienfuegos. Pero pocos años después se decidió el traslado de la villa a un punto cercano al mar, bien próximo a la aldea aborigen de Manzanilla.

Ciudad que enamora

EL macizo de Guamuhaya y el mar Caribe resultan las fronteras naturales de la excepcional villa trinitaria, un antiquísimo asentamiento que ya a mediados de 1515 se encontraba la tercera en su actual emplazamiento.

En un primer momento el desarrollo de la villa giró en torno al oro, y después las fuentes principales de su economía fueron el cultivo del tabaco y la producción de azúcar.

A finales del siglo XVIII, Trinidad era la ciudad más importante del centro del país, por el dinero recolectado por las distinguidas familias de la urbe. Pero ya a partir de la segunda mitad del siglo XIX, la explotación del valle de los Ingenios se hace más difícil y se inicia la decadencia económica de Trinidad, lo que hace que se detuviera en su desarrollo y, por suerte, lograra conservarse con los valores históricos que ahora todos apreciamos.