La Habana, Cuba. – En las crisis, sean del tipo que sean, siempre aflora lo mejor del ser humano, pero también lo peor.

La actual emergencia sanitaria mundial muestra de manera clara lo que puede pasar cuando el afán de lucro trepa por encima de las necesidades de salud. Las compañías farmacéuticas que ya tienen sus vacunas contra la Covid-19, por supuesto todas de naciones desarrolladas, ponen duras condiciones a los países que quieren comprar esos fármacos.

La estadounidense Pfizer, por ejemplo, exige a cada nación compradora la aprobación de una ley que impida reclamaciones a la compañía. Como si fuera poco, a Argentina le pidieron que el contrato de compra lo firmara nada menos que el presidente.

Todo se hace mediante contratos secretos que evidencian que la salud es un negocio que no se detiene a mirar la necesidad, sino rentabilidad y utilidades.

Vacunas lejanas

Uno esperaría que en la actual emergencia sanitaria mundial, algo que sucede más o menos cada cien años, se generara un ambiente de cooperación internacional.

Sin embargo, visto lo visto, en el caso de la vacuna contra la Covid-19 hay un mercado monopólico que pelea por los mejores precios. Es por eso que el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha alertado sobre el riesgo de un fracaso moral catastrófico en el enfrentamiento a la pandemia.

Lo cierto es que la inmunización es muy lejana para buena parte de la población mundial, sobre todo aquella que vive en el Tercer Mundo. La historia confirma esa preocupación porque sucedió con la poliomielitis, la viruela o el VIH. Y en esta mortal pandemia aflora el individualismo nacional y la solidaridad es escasa.

Etiquetas: - -