Como insectos al bombillo, los carretilleros llegan al mercado agropecuario, donde solamente dejan los chopos y los boniatos y las viandas que más pesan, las que tienen más terrones pegados a la corteza, los frutos que no maduran o que ya pudren por fuera, y alguna acelga marchita o unas mustias habichuelas.

En tanto, sus carretillas traen tentadoras ofertas: los plátanos más remachos, los burros que no patean, los platanitos de fruta, las malangas que escasean, cítricos, jugosas piñas, las hortalizas más frescas, grandes tomates maduros, unas cebollas tremendas, los frijoles envasados, zanahorias, berenjenas…

Y el precio allá, por las nubes, donde el bolsillo no trepa.

Por eso comprar yo quiero donde ellos compran sus ventas: en el mismo agromercado que tan maltrecho se queda.