Nuevamente la Organización de Estados Americanos, OEA, y su actual cabecilla, Luis Almagro, demuestran ante la opinión pública el servilismo que les caracteriza cuando de atacar a las fuerzas progresista se trata.

La entidad que no ha hablado una palabra del golpe de estado contra la presidenta Dilma Rousseff en Brasil, y que no movió un dedo con el reciente fraude electoral en Honduras, ahora demanda textualmente de “Venezuela que no realice elecciones este mes de marzo” por la inexistencia de un pretendido clima interno de corte democrático.

El intento está claro. Sintonizar con los planes norteamericanos de seguir enlodando el rostro de la Revolución Bolivariana en conjunción con una cipaya y entreguista derecha local, y crear un clima internacional que tolere cualquier acción violenta interna o externa contra Caracas.

Total desvergüenza

Si no fuese por el trasfondo que implican, las imputaciones de la OEA contra Venezuela moverían a la burla.

Téngase en cuenta que ese país acumula en casi 15 años de Revolución el mayor número de procesos eleccionarios a escala regional, como muestra de que la consulta popular es uno de sus instrumentos políticos esenciales.

De todas formas, resulta válido que cualquier persona o institución tenga criterios de la más diversa índole sobre los métodos electivos de otros, solo que en tanto vigentes en las leyes de cada Estado, deben ser respetados con el mismo celo con el que se resguardan los propios.

Esa es la línea decente de hacer política y asumir las realidades, mientras que acudir al ataque, promover distorsiones y alentar desestabilización es neto, inaceptable y un condenable injerencismo en los asuntos internos de los demás.