La Habana, Cuba.- Pocas figuras de nuestra América han sido estudiadas tan minuciosamente como la de José Martí.

Algunos autores concluyen que debido a la invertebración de su obra polifacética no puede ser considerado como elaborador definitivo en ninguna de las ciencias.

Tal afirmación solo podría ser cierta si la ciencia de la sabiduría pudiera ser considerada como la culminación definitiva de todas las cosas.

En José Martí se dieron facultades realmente extraordinarias que pueden ser encuadradas dentro de la más completa concepción científica de todos los tiempos.

En el campo de la pedagogía suficientes conceptos de valor se encuentran en las páginas de La Edad de Oro. Es por ello que siempre resulta oportuno recurrir a su magisterio en todas las esferas de la vida.

Para los niños de América

Los cuentos y las narraciones expuestas por José Martí en La Edad de Oro, revista que el maestro dedicara a los niños de la América nuestra, son verdaderos compendios de la más elevada y sana pedagogía. Martí concibió La Edad de Oro para que los niños de América derivaran en hombres plenos y dignos, tal y como debían ser para lograr el bienestar de sus pueblos.

Incluso las páginas de mayor ternura, aparecen en la excepcional publicación concebidas según los preceptos de la pedagogía más avanzada. Por otra parte, los trabajos de La Edad de Oro sentaron las bases de una nueva modalidad en la literatura infantil, ya por entonces llena de pasquines e historietas deformadoras de la personalidad del niño. De modo que, hasta en ese aspecto, Martí fue un precursor.

El pedagogo, el sociólogo, el humanista

En sus crónicas sobre arte, muchas de las cuales aún en nuestros días mantienen una actualidad maravillosa, José Martí expresó conceptos de extraordinario valor humano. Igual puede decirse de sus trabajos sobre política y ciencias sociales, sobre sociología y derecho, y sobre la libertad.

Martí fue un gran intérprete de la educación en sus distintas manifestaciones, porque fue, además de un conocedor profundo de la vida de su tiempo, un artífice constante de ella. Fue el pedagogo, el sociólogo, el político, el crítico de arte y de deportes y el humanista por excelencia, porque toda su vida estuvo injertada en el más pleno ejercicio humano. Por encima de toda concepción científica estrecha y acomodaticia, Martí fue, en fin, un maestro en el decir y en el hacer.

 

 

 

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