La Habana, Cuba. – A lo largo de la historia las personas con trastornos mentales han sufrido estigma y discriminación, tanto social como institucionalmente, mancillándoseles su vida como seres humanos.
Por ejemplo, la locura, al privar del juicio y el razonamiento, no era considerada una enfermedad, sino que se creía un problema de causas sobrenaturales o de maldición demoníaca.
Mas, los prejuicios que rodean a los trastornos psíquicos también se constatan hoy, cuando en muchos países las respuestas al problema no son siempre adecuadas ni suficientes y los afectados padecen exclusión y falta de cuidados.
Se estima que en el mundo 1 de cada 8 individuos, lo que equivale a unos mil millones de personas, viven con una afección mental y se espera que el número siga creciendo debido al envejecimiento poblacional, que incrementa las demencias, y por factores como las guerras, la violencia y la pobreza.
Carga a la que hay que hacer frente
La depresión, típico trastorno de la afectividad, caracterizado por la tristeza, desesperanza y sensación de inutilidad, figura entre los principales problemas mentales en el orbe.
La Organización Mundial de la Salud da cuenta de que los trastornos depresivos, unidos a la ansiedad, representan una pesada carga para los países, dado que constituyen enfermedades que conllevan a invalidez e incapacidades, al caracterizarse por una alteración significativa de la cognición, de la regulación de las emociones y del comportamiento.
La entidad sanitaria pronostica que las dolencias mentales, que aumentaron considerablemente debido a la pandemia de la COVID-19, seguirán creciendo, por ello sus Estados miembros suscribieron un Plan de Acción Integral hasta el 2030, por el que se comprometen a alcanzar las metas mundiales para transformar la salud mental.