La Habana, Cuba. – La brisa de la ciudad de mar no lograba aplacar los rigores del calor el 8 de junio de 1929, y las damas engalanadas batían abanicos en el Casino Español de Matanzas.

Asistían al estreno de un legado a la música popular bailable cubana: el danzonete Rompiendo la rutina, del maestro José Manuel Aniceto Díaz, que con él destacaba al cantante solista y su montuno.

El compositor, flautista y director de orquesta con ese número dio un vuelco a la propuesta del baile en momentos en que agonizaba el danzón; luego, en la década del 30, halló esplendor el género del que el propio Aniceto manifestó que no era un baile nuevo, sino una modalidad para renovar al danzón.

La musicóloga María Teresa Linares apuntó del autor: “Aniceto Díaz creó el danzonete como una suma del danzón y el son, atribuyéndole a éste y al fox-trot el declive del primero”.

Recuerdos de Aniceto

El músico José Manuel Aniceto Díaz descolló con la flauta y el piano y en 1914 integró a su orquesta un timbalero, bajo, güiro, piano, trompeta, violines, trombón, saxofones y flauta.

Entre sus aportes al danzonete, la musicóloga María Teresa Linares subraya la adopción por la orquesta charanga de un cantante, quien ejecutaba las melodías de moda, ya fueran boleros, criollas, canciones o guajiras.

Este compositor matancero entregó a la música popular 30 años de trabajo con su agrupación y después se empleó en la enseñanza, la composición y la afinación de pianos; de su hacer como creador quedan cincuenta y 7 partituras, manuscritos originales de danzones, danzonetes y pasodobles.

De la producción de José Manuel Aniceto Díaz, padre del danzonete, destacan El trigémino, Zona franca, El cocodrilo, Dulce imagen, Engreída y Dulce imagen.