Rosas rojas y amigos que lo amaron y amó, acompañaron hasta el cementerio de Montparnasse a Julio Cortázar Descotte, poeta y escritor argentino, amigo de Cuba, fallecido el 12 de febrero de 1984.

El autor de compromiso político en obras como El libro de Manuel, Alguien que anda por ahí y Queremos tanto a Glenda, dejó de existir a los 69 años y legó una literatura cuyas claves están en lo irónico, lo fantástico, el absurdo y el humor.

Julio Cortázar Descotte pobló sus textos de obsesiones, soledad y nostalgias para recrear personajes intensamente conmovedores; su obra cumbre, Rayuela, fue escrita en París y publicada en mil novecientos sesenta y tres.

Ese texto se considera una de las obras centrales del boom latinoamericano y de la literatura en español y cada página alienta a creer en la magia del amor, la vida y la creación.

El futuro del hombre

Un año antes de morir, Julio Cortázar Descotte declaró a la prensa su incertidumbre por no disponer del tiempo necesario para escribir más libros, ni ver realizados sus sueños de soberanía en toda Latinoamérica.

Sobre el porvenir de la narrativa, expresó: “No me preocupa tanto el futuro de la novela, sino el futuro del hombre”; y en charlas íntimas confesó que el rol principal de un escritor revolucionario era escribir bien, lo mejor posible, y no caer en el facilismo del realismo social o en la consigna barata.

Sobre la muerte, Julio Cortázar Descotte dijo: “Es una especie de escándalo, una tremenda injusticia contra la maravilla que es la vida”.

Amigo de Cuba y comprometido con su revolución, en 1963 participó como jurado en el Premio Casa de las Américas; en su honor, la institución entrega un premio literario que lleva su nombre.