La Habana, Cuba . Mientras escribe “Ismaelillo” y “Versos Sencillos”, José Martí nos muestra su más íntima fibra paternal, el lado más sensible de su naturaleza viril.

Es el padre a quien sólo puede controlar la pueril voluntad del hijo, ese vástago al que prefiere muerto antes que envilecido por la codicia o la abyección…

Ya antes, el gran padre Céspedes, el procreador patriótico de todos los cubanos, el que muere abatido por la deslealtad entre las piedras de San Lorenzo, nos enseña los límites del amor paterno: se es padre en tanto no son comprometidos los principios ni la responsabilidad civil con la comunidad…

Y es Ernesto Guevara quien nos enseña en época cercana el sentido exacto de la paternidad, que no se ejerce como embutidores del cuco hambriento, sino ofreciendo ejemplo y enseñanza y guía para vivir con orgullo y dignidad.