El hábito compulsivo de comerse las uñas, también conocido como onicofagia, no solo es un problema estético y puede tener consecuencias graves tanto para la salud general como para la bucodental: problemas estomacales, en los dedos o en la boca.
A veces el hábito de morderse las uñas responde a un acto inconsciente, pero puede ir más allá y relacionarse con un problema de índole emocional.
Esa práctica puede dañar el lecho ungueal y la raíz de las uñas y, además, puede provocar complicaciones, como la aparición de verrugas periungueales y de padrastros, las infecciones en los labios, la deformación de los dedos o el riesgo constante a la pérdida completa de la uña.
Desgasta el esmalte además de causar microtraumatismos que fracturan y astillan los dientes, que sufren desgaste prematuro.
Solución oportuna
El trastorno de onicofagia afecta a personas de cualquier edad, y es difícil de evitar.
Además de aumentar la incidencia de infecciones (herpes labiales, rágades bucales, aftosis), por la gran cantidad de bacterias que existen, si le sumamos una escasa o mala higiene bucodental y otros factores de riesgo como el tabaco o el alcohol, puede causar una enfermedad periodontal o halitosis.
Por tal razón es imprescindible tomar conciencia de todas esas consecuencias, y llevar a cabo una serie de pautas para solucionar el problema.
Algunos especialistas sugieren pintarse las uñas con esmalte amargo o técnicas de modificación de conducta, en el caso de que el mal hábito tenga un origen fundamentalmente psicológico, ya que puede estar unido a factores emocionales como ansiedad, preocupación, tristeza, ira, o incluso el aburrimiento.